Cuando tenía unos 20 años leí una entrevista a Terenci Moix (a quien admiro de todo corazón) en la que decía que se levantaba temprano por la mañana, sin despertador, y que se ponía a escribir tras el desayuno.
Después de comer, dedicaba unas horas a la lectura y luego, merendaba y cenaba con amigos que pasaban por su casa hasta que, de madrugada, se acostaba.
Todo eso ilustrado con una fotografía del escritor en un enorme salón con cristaleras, plantas y estanterías llenas de libros.
“Ese es mi modelo de vida ideal. Cuando sea escritora, viviré así”, pensé.
Ja.
JA.
Soy escritora. Y te voy a contar cómo es mi día a día.
7:00. Suena el despertador. Tras hacerme un café, reviso correo y redes mientras intento recordar cómo me llamo y qué hago aquí.
8:00. Empiezo a trabajar. Teletrabajo, sí. Comienza también la lucha contra la tentación de escribir, de investigar, de echar un vistazo a lo que escribí el último día.
8:10. Toca escribir contenidos un poco aburridos. Pienso muy fuerte que tengo que impulsar mi carrera de escritora para escribir solo lo que me gusta [insertar esto cada 10 minutos a lo largo del día]
11:21. En mitad de una reunión por Meets se me ocurre una idea para escribir. La apunto en mi granja de ideas de Obsidian para que no se me olvide. Me frustro porque no me puedo poner a trabajar en ella ahora mismo.
12:42. Me tomo un descanso. ¿Para escribir? No, amiga mía. Para fregar los platos. Para barrer la casa. Para ponerle comida a la gata. Para mirarme al espejo y visualizarme como si fuera la próxima Megan Maxwell porque dicen que eso funciona.
14:00. Hago la comida. Como mientras veo cualquier serie y analizo la estructura de la narración y las tramas. Detecto fallos y aciertos y me digo a mí misma que cuánto sé y cómo aprendo.
15:04. Tengo un ratito libre antes de retomar el trabajo. Voy a escribir. Ah, espera, ese montón de ropa tiene que ser guardado… Y debería colocar el lavavajillas.
16:00. Vuelta al trabajo. Las tardes son más relajadas, me permito algunos descansos para tomar notas y repasar mi historia.
19:00. Fin de la jornada laboral. Es el momento de sentarme frente a mi manuscrito. Llevo doce horas esperando este momento.
Pero estoy demasiado cansada.
Me cuesta concentrarme, las ideas que he ido anotando durante el día ya no me encajan tan bien y no sé por dónde seguir.
Para relajar la mente, hago otras cosas: cojo una labor de punto que tengo a medias, veo algo en YouTube, echo un ojo a las redes sociales.
Cuando me doy cuenta, son las ocho y pico de la tarde y, vaya, ahora es cuando fluyen las ideas.
Escribo durante una hora y, si se me ha dado bien, puedo llegar a escribir unas 800 palabras.
¿Entiendes ahora por qué llevo meses dándole vueltas a Moradumbra y a la novela ambientada en los años 50?
Ojo, tengo algunas ventajas:
No tengo hijos que atender
Mi pareja entiende y respeta mis momentos de escritura
No tengo familiares dependientes
No pierdo tiempo en el camino al trabajo
Pero piensa en las escritoras que, además de lo que te he contado, tienen otras responsabilidades y circunstancias.
Esta es la vida de las escritoras de hoy día que tratamos de sacar adelante nuestras novelas.
Que tenemos la ilusión de publicar historias y que la gente las lea y disfrute con ellas.
Que luchamos cada día por este sueño que muchos no entienden.
Piénsalo.
Piensa en la satisfacción que pude sentir al ver al fin publicado Solanar de las Almas.
La misma satisfacción que voy a sentir cuando publique por fin Moradumbra.
No es solo publicar un libro: es tener entre las manos los resultados de mucho esfuerzo e ilusión, de muchas dudas entre abandonarlo todo o continuar.
Eso no me lo quita nadie.
Y hace que merezca la pena cada minuto de lucha.
Tal cual lo has explicado, tal cual es. Cuando decimos lo de arañar unos minutos al día, no es exageración, así vamos escribiendo nuestras historias, nuestras novelas. La satisfacción es una maravilla, ¡que nadie te la quite! ¡Olé, tú!
Me identifico muchísimo con este texto. A mí me está tocando trabajar de 3am a 9am, cuando termino tengo el cerebro frito jajaja. Y cada tanto en tiempos libres reviso mis textos y los completo pero nunca es un rango tan grande como para ponerles el lazo encima y sacarlos al mundo.