Soy un poco Scrooge, la verdad.
No me gusta nada la Navidad. No llego a los extremos del viejo avaro, pero sí me puedo poner un poco gruñona en estas fechas.
Por eso, no me apunté a la iniciativa de
de hacer una lectura conjunta de Cuento de Navidad de Charles Dickens.Pero, igual que a Scrooge se le aparecieron los fantasmas de las Navidades, a mí se me aparecieron las publicaciones de mis compañeros de La Escribeteca Carlos y Gavi y un mensaje de la propia Alicia animándome y, ¡qué narices!
Lancé mi bastón por los aires y decidí unirme.
Tienes mi narración justo aquí debajo. Yo he sido la última, así que si quieres disfrutar del cuento al completo, hazlo en este orden:
, , , , y .Las primeras historias del mundo no se leyeron en un libro. No, no en un papiro ni en una piedra, si es lo que estás pensando.
Las primeras historias del mundo se contaron de viva voz.
Seguramente se trataba de mitos que explicaban a los demás la realidad en la que vivían (¿qué son los truenos?, ¿qué es el sol?, ¿por qué nos morimos?)
También se contarían historias sobre héroes legendarios y fundadores míticos (vivimos en esta aldea porque nuestro héroe lo decidió, todos descendemos de él)
Pero no creas que la transmisión oral finalizó con la llegada de la escritura. No, porque el origen de la escritura no fue democrático.
Solo un pequeñísimo porcentaje de la población aprendía a leer y a escribir.
Las historias se seguían contando de forma oral, unos a otros, creando una memoria colectiva que formaba raíces y nexos entre grupo de personas.
En la época en la que Dickens escribió y publicó Cuento de Navidad, 1843, la tasa de analfabetismo en Inglaterra era del 30%1 así que no todos pudieron haber leído esta historia por sí mismos.
Pero, quizá, alguien que sí sabía leer, cogió el libro, reunió a su alrededor a quienes no podían y se lo leyó mientras el fuego crepitaba y les calentaba en una fría noche de diciembre.
Me gusta pensar que, con esta iniciativa, hemos hecho un pequeño homenaje a esas personas que ocuparon su tiempo en leer historias a quienes no podían hacerlo.
Porque a todos nos gusta una buena historia, ¿verdad?
Frago, A. V. (1985). Del analfabetismo a la alfabetización. Análisis de una mutación antropológica histonográfica (II). Historia de la Educación, 4.